La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos, y, en razón de su respeto por ella, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia.
La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos, y, en razón de su respeto por ella, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia.
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